Orden y contención fue la primera impresión que nos invadió al ver
este jardín de la avenida del Doctor García Tapia. Veníamos de
toparnos con el jardín silvestre de Jesús, una oda al caos y la
espontaneidad. así que fue una sensación facilona, casi
prejuiciosa.
Por la valla pensamos que el jardín pertenecía a la comunidad de vecinos y que sería el portero el jardinero en la sombra. Así que entramos en el portal. Allí estaba Benito, tranquilo, con su uniforme de trabajo. Le preguntamos si era él su cuidador. Con serenidad y sin deconfianza nos contestó que sí. Le felicitamos y le pedimos si podía salir a contarnos su jardín.
Nos contó que como le encanta la jardinería empezó a plantar el
jardín, con alguna ayuda de vecinos que le cedían plantas o de
compañeros del barrio que le ayudaron a construir el pozo y el banco
de madera. La capacidad para encontrar aliados habla del carácter de
Benito.
Charlaba tranquilamente, sin darse importancia, con mucha calma. Las especies plantadas eran las comunes en la jardinería de comunidades de edificios, pero la mirada de Benito , a veces picarona al sonreír, nos indicaba que ese jardín escondía un Yang asociado a ese otro Benito sin uniforme de portero.
Justo detrás del jardín de la comunidad destacaban unos árboles en un parterre-descampado. Uno de ellos con tonos anaranjados que nos transportaron a China. Miramos a Benito, arqueamos las cejas en dirección al descampado. Benito sonrió. Estábamos en lo cierto, en su lado Yang saltaba la valla y colonizaba con plantas los espacios olvidados.
Antes de despedirnos nos llevó a una de las esquinas del edificio, bajo los balcones del primer piso. Un pequeño huerto se extendía sobre la pobre tierra del estrecho parterre.
Nos despedimos de Benito, No recordamos si juntó sus manos en posición vertical e inclinó ligeramente su cabeza hacia ellas para decirnos adiós.